Las encuestas de Sociométrica-El Español anticiparon el resultado. Era diciembre de 2016 y los primeros sondeos sobre las primarias ya no dejaban lugar a dudas: Pedro Sánchez era el favorito. Sin embargo, no era fácil digerir estos datos de encuesta, ni mucho menos publicarlos, pues era ir en contra de todas las quinielas, y de casi todo el panorama mediático y político. Y por supuesto del sentido común: ¿Cómo era posible que el “perdedor” Sánchez, denostado por la gestora, por todos los notables del partido, con su coche recorriendo las agrupaciones locales casi como alma en pena, pudiera suscitar más apoyos que Susana Díaz, que en ese momento era la candidata a la que apoyaban todos los barones?.
Pero los primeros datos de encuesta estaban ahí: Susana Díaz no superaba el 18% de apoyos frente al 37% de Pedro Sánchez y al 29% del que entonces podía ser un valor en alza: Patxi López. El periódico no tuvo reparos en publicar lo que daba aquella encuesta, conscientes de que aunque se trataba de votantes del PSOE y no de afiliados, no era del todo imposible que entre ambos hubiera vasos comunicantes de opinión y preferencia y que realmente acabara ganando Pedro Sánchez. Se quiso confirmar la encuesta, y a aquella le siguieron tres más en formato de tracking: un total de 4 oleadas a algo más de mil votantes socialistas.
El gráfico-1 refleja la evolución de estas preferencias, donde puede apreciarse que la ventaja de Sánchez siempre fue máxima y creciente, inclusive cuando en febrero de 2017 Díaz es empujada a presentarse, o ya más recientemente cuando en abril recibía el apoyo de todos los barones del PSOE, incluyendo nada menos que a los dos exvicepresidentes del gobierno, y la mayoría de presidentes y expresidentes autonómicos.
La cautela siempre acompañó a estos resultados: se realizaban entre votantes anónimos (de un universo de casi seis millones) y no entre afiliados censados (no más de 180.000), por lo que en principio podía no existir demasiado relación. Había motivos para pensar así: por un lado, es común la teoría de que los afiliados tienen posiciones más conservadoras que los votantes y éstas suelen ir encaminadas a la “preservación de las esencial del partido”, por lo que los sectores críticos no suelen ganar casi nunca. Por otro lado, todo el mundo sabe cómo funcionan los partidos, y aunque el sistema de primarias no tiene la mecánica demasiado engrasada en nuestra tradición, basta una llamada desde Ferraz a una federación, para que se active la lealtad debida, y mucho más si la llamada es de la federación a una agrupación local. Incluso fenómenos como la “compra” de avales con promesas de premio, “avales cautivos” por devolución de favores, o “avales regalados” al presidente de la agrupación como favor “a cuenta”, suelen ser dinámicas muy habituales y asumidas como “normal”. Por lo tanto, difícil que pudieran correlacionar los datos de encuesta con los datos de voto final. Y fácil entender que en las mismas encuestas los votantes creyeran que independientemente de sus preferencias, Susana Díaz terminaría siendo la ganadora.
¿ Qué ha pasado entonces?. Porqué las encuestas de El Español han podido predecir a Sánchez como ganador en contra de todos los pronósticos?. Sólo una teoría nos parece plausible, y es que en el momento actual, los viejos votantes del PSOE y los afiliados con derecho a voto, piensan exactamente lo mismo. Que están alineados ideológicamente, al menos la mayoría de éstos últimos. No olvidemos que los seis millones de votantes de Junio de 2016 eran ya un reducto incondicional de lo que habían sido los once millones de 2008. Incondicional en torno a Sánchez, e incondicional en torno a la ideología socialista más de izquierdas y más anti PP. No nos estamos inventando la teoría ni lanzando juicios de oportunidad post-facto. El Español sacó una encuesta el pasado mes de abril en que los votantes querían un giro a la izquierda, un PSOE más “rojo”, enfrentado al PP, agitado y revolucionario, y Pedro Sánchez encarnaba mejor que Susana dicho posicionamiento. Susana era rechazada y Sánchez deseado. Imposible que los afiliados, epicentro de ese reducto, pudieran pensar de forma tan distinta al entramado ideológico donde están incardinados. Si la participación hubiera sido muy baja, no quepa la menor duda que hubiera ganado Susana Díaz por lo ya dicho de la mecánica partitocrática. Pero al ir aumentando la participación precisamente agitada desde abajo, (el 80% es estadísticamente extraordinaria), empezaron a aflorar afiliados muy alejados de los tentáculos del epicentro del partido, sin ningún tipo de lealtad debida, sin necesidad de hacer favores ni deudas que pagar, sin esperanza de premio.
En la alta participación ha estado pues la simbiosis ideológica entre votantes y afiliados, y desde luego en la habilidad del equipo de campaña de Pedro Sánchez en alinear la ideología de unos y de otros hasta hacerla convergente por agregación, no por persuasión. Ya estaban persuadidos. Sólo hacía falta que fueran muchos. Por eso las encuestas de El Español han acertado en el ganador y en el % de victoria. Como corolario, podemos ahora cifrar en doce puntos (unos 20.000 votos), los apoyos que Susana Díaz ha podido añadir mediante dinámicas de voto cautivo, a los 40.000 que le hubieran correspondido de manera natural. Exactamente los que hubiera sacado Patxi López de más, de no haber existido presión.